"Muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan" -Pascal
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Y venía andando detrás de algunos desencuentros. Pero era poco a comparación de otras veces. Creyó saber que debía mantenerse a flote con voluntad y con determinismo. Y sí, suena mal, porque la cosa es que todo lo que sucedíera, convenía que sea tomado con rabia, con ira, con decepción, sin una línea de libros de autoayuda ni de explicaciones que lo dejaban alejado de la realidad. Porque eso pasaba, se preguntaba y se respondía tantas veces que volvía al punto de partida, mucho más débil, mucho más desconfiado. Había una trama en su manera de ser y existían planes austeros infligidos a sus deseos, que distaban mucho de transcurrir con los dolores antiguos en la espalda y no en el pecho. Esperaba que las situaciones cambiaran, pero con cinismo, con ciertos aires de desconfianza en el aire y rodeaba su atmósfera de pequeños cuchillos calientes que laceraban. Y lo sabía. Era joven y conservaba ilusiones que guardaba celosamente en cada cajón con llave, dándole -según él- una sustancia inexistente. No comprendía que los nones, eran eso y que así debía tomarlos para dejar atrás esos trenes que se escaparon, que no se detuvieron, que le dieron la espalda. Pero no escuchaba, hasta que un día guardó su guitarra con esmero, la acarició por última vez y se arrojó de un primer piso al vacío. No tuvo más que contusiones, pero nadie lo quiso escuchar más. Esa fue su verdadera muerte. Esa fue su interminable condena.
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