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28 de febrero de 2009

sabines

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Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos. Los amorosos son la hidra del cuento. Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos. Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos. En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto. Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago. Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo. Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite. Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas. Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida, y se van llorando, llorando, la hermosa vida.
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7 comentarios:

cleopatra dijo...

Este poema describe, con la mejor de las precisiones, lo que siempre me sucede a mi.

Lo leo y lo releo y no puedo escapar del destino de su punto final.

Eduprecidente dijo...

Κλεοπάτρα, los amores se van llorando, que hermosa es la vida, es hermoso en vivir amando, y amando se nos va la vida, una canción nunca aprendida.
un beso

Eduardo Alvarado dijo...

Vaya...

Un fuerte abrazo.

Esmeralda dijo...

Sin palabras mi querida Κλεοπάτρα esta todo dicho...

Pero viene a mi mente una estrofa de Alejandra Pizarnik, del Exilio

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Besos Linda! como siempre es delicioso leerte.

Esmeralda

cleopatra dijo...

Edu, Eduardo y Esme, gracias por pasar...no es fácil encontrar la fórmula.

¿Existe?

Abrazos a los tres.

Esmeralda dijo...

Κλεοπάτρα: Linda, dudo que exita la formula, creo que es algo asi como: caminante no hay camino se hace camino al andar...

Besos Esme

cleopatra dijo...

Esme, aunque sea la fórmula de saber andar...

Besos y abrazos enormes, desde una próxima primavera.