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Dejé París y me balanceo en un país castizo que templa mi alma desde una primavera novata, constante, profunda. Me enfundo en todas las conversaciones que habitan la casa de los amigos de mi familia, interrumpidas por timbres de teléfonos del otro lado, entrecortadas por palabras provenientes de una cultura que me forjó en un mundo al Sur. Dejé París y allí todos los amantes inventados en cada esquina, inoportunos, que llegaron antes o se fueron hace tiempo.
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Tengo aroma a saudades, tengo una cadencia de vicios por repetición, mecánicos e inolvidables. Aquí no me reconocieron. Aquí me miraron de arriba hacia abajo (y viceversa) sosteniéndome las manos y señalando mi estilo afrancesado por lo mucho o poco que extraje de las carótidas de mis víctimas literarias.
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No se me quita de la mente ni el último segundo que acaba de caer, pero no se por dónde comenzar a andar en círculos en una vida circular en donde los principios son finales (y viceversa). ¿Llegué? No, apenas acabo de partir. Y aquí, desde metros de Concepción del Arenal y del Monasterio de las Descalzas Reales, aprendo a desandar y se me olvida lo aprendido.
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Vaya pues, la mejor de las esquinas, cualquiera, para toparme con un instante y con un aire que me arropa, gentilmente, aún desconociéndome.
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6 comentarios:
Aclaración: El lugar físico que señalé, es probable, tanto como incierto.
Será cada calle y todas las esquinas, las que me harán tangible.
Desde algún lugar de Madrid...
Cecilia
bienvenida a Madrid ¿Bailamos un chotis?
... hola!!!
¿Seguís en Madrid?
Estoy en Portugal con una amiga (esa cosa de Pessoa y una Lisboa bellísima), pero vuelvo a Madrid en un tiempo...
Gracias por pasar.
Besos
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