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2 de diciembre de 2008

monólogo

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No es el ocio el que me amarga Matilde. Es la aliención que aparece cuando me ves sin hacer nada. ¿Algún problema? ¿Acaso no estamos acá para pasarla bien? A mi no me digas que salir al alba para volver a la noche hace bien. No Matilde. No pienso viajar como animal para que otro se enriquezca. No. Prefiero quedarme en casa, tomar mate y cuidar a los pajaritos. ¿No hay plata? Y bueno, tampoco trabajando la tendría porque pagan miseria. Me enseñaron a no suplicar, a no pedir por favor. No. Me quedo acá que estoy bien. Si querés, salí vos a trabajar más tiempo. Nadie dijo que tengo que mantenerte. ¿No entendés que no quiero ser una pieza más de este engranaje? ¿No te das cuenta que se cagan en nosotros? Conmigo no se van a hacer más ricos. ¡No se los voy a permitir! ¿Por qué llorás? Si sabés muy bien que por más que me lo pidas de rodillas no voy a buscar trabajo. Además -para que te quede en claro- cada vez que me insistís, más te voy a pegar. No quiero hacerlo, pero vos me forzás. Así que terminala y vení para acá. ¿No querés? ¿Y quién sos para decidir? ¡Te dije que vengas! Vení mirá lo que tengo para vos...
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-Matías contaba con exactitud, una y otra vez, cada palabra que había dicho esa mañana su padre porque siempre eran las mismas. El comisario lo miraba balancearse hacia atrás y adelante.
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Todavía llevaba manchas de sangre.
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