.
¿Cuál es el límite de la verdad que arrojo en tu cara? ¿Debo ser piadosa, lastimarte de la misma manera pero con poco? ¿Acaso una verdad doliente no debe ser lo suficientemente grande para que valga tu tristeza? ¿Puedo darte muerte, alejarme, dejarte, sin demostrarte que me duele a mí también?
Las caricias con las que te hago yacer, son peores que mi crueldad escondida. Los sollozos son más dolientes que el angustioso alarido de perdernos, menos ardientes que la volcánica e impetuosa nueva página con la que hemos de amanecer, poca cosa urdiendo el fin de los finales. Para que nada de eso suceda, nuestra voz debe cortar de cuajo el hilo que nos sostiene para morirnos definitivamente en el otro, sin caridad, sin pena, sin atajos.
.
"Un pueblo escucha desolado
el canto de un pájaro herido.
Es el único pájaro del pueblo
y es el único gato del pueblo
que lo ha devorado a medias.
Y el pájaro cesa de cantar
el gato cesa de ronronear
y de relamerse el hocico.
Y el pueblo le hace al pájaro
maravillosos funerales.
Y el gato que está invitado
marcha detrás del pequeño ataúd de paja
donde el pájaro muerto está estirado
llevado por una niñita
que no deja de llorar.
Si hubiera sabido que eso te daba tanta pena,
le dice el gato,
me lo hubiera comido del todo
y después te hubiera contado
que lo había visto volarse
volarse hasta el fin del mundo
allá donde es tan lejos
que nunca se vuelve.
Tu hubieras tenido menos pena
Simplemente tristeza y aflicción
Nunca hay que hacer las cosas a medias"
J.P.