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31 de diciembre de 2009

2010



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Volvemos a nacer pasada la medianoche de hoy. Todo es nuevo, con olor a libro recién impreso. Jugamos a caminar haciendo de cuenta que olvidamos cómo lo hacíamos. Y dentro de este novo aprendizaje, quiero desearles a ustedes, mis amigos blogueros, que sigan en busca de sensaciones. Que sepan cargar las penas sin que pesen demasiado y que aún, en el momento más crucial, sepan que, algo seguro amamos porque estamos vivos …

Les deslizo una frase para reflexionar.
¡Felicidades a todos!
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“Quiero o venero a pocas personas. Por todo lo demás me avergüenzo de mi indiferencia. Pero en cuanto a las personas que quiero, nada, ni yo mismo, ni siquiera ellas, harán jamás que deje de quererlas, son cosas que he tardado en aprender; ahora lo se”.

Camus- "El primer hombre"

19 de diciembre de 2009

amor


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La foto la saqué yo con la cámara de la chica que quería detener ese tiempo para siempre.
(Y yo la entiendo...aunque no necesito sacarle fotos para que esté a mi lado)
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Porque hay amores que matan (Sabina dixit)
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16 de diciembre de 2009

todo



Klimt
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En un sólo punto, todo el universo y toda la inescrupulosa osadía olvidada. Hoy, recostada boca abajo concebí la idea de que el tiempo no es vano. Que nos deja lo más trascendente. Que remontamos como barriletes después de la tempestad. Que los temores pasados no siempre tienen la autenticidad que creíamos. En un solo punto, todo el universo y toda la vil cobardía de no atrevernos. Hoy, recostada boca abajo y jugando con mi dedo en el vértice de la lámpara, concebí la idea de que todos nos conocemos, sólo que nos olvidamos hasta volvernos a encontrar. Que en todos estamos y todos somos cada uno de nosotros. Que las miradas son acuñadas desde hace mucho. Que los amores se repiten con palabras prestadas y signos provenientes de otros lugares y de diferentes lapsos. Que las melodías son la primera. Que los sueños invaden los lugares en que no nos atrevemos a soñar. En un solo punto, todo el universo y el eterno retorno. Hoy recostada boca abajo supe de las vidas circulares. Que amanecemos y morimos en cada exhalación. Que acariciamos porque nos han acariciado. Que nada es eterno. Que todo es posible. Y pensé en tu morada, en tus pensamientos, en tu ira, en tu devaneo existencial. Hoy, recostada boca abajo y con un mechón de cabello enredado en mi mano, entendí que los adioses están puestos para hacer pausas, para hacer silencios. Que la distancia entre tu hombro y el mío es necesaria. Que el olvido no se instala. Que la nostalgia puede conferir al día de mañana, otro destino inesperado.

En un solo punto, todo el universo y la esperanza de poder reconocerte.
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12 de diciembre de 2009

cobardía


A los anónimos, especialmente a usted, desde mi manifiesto.

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Y resulta que algunos se atreven a acusar pero sin hacerlo, a señalar sin propiedad y tan es así que no se animan a suscribir sus maledicencias. Los espejos no los reflejan, por eso sus palabras son mierda a la hora de soltar frases carentes de sustento (por eso el anonimato). Todo se me figura parecido a la existencia de los testigos de identidad reservada: Van tras una verdad no muy convincente porque temen las consecuencias, entonces hablan a escondidas, meten fuego en todas las leñas ajenas y son imbéciles que no ponen el pecho, pero sí llenan de balas el de los demás.
Escupen estiércol porque lo son. Se esconden tras los jugones de terciopelo y se mueven dentro de una irrisoria simpatía que los hace horrorosos. Son ambivalentes, oscuros, pobres de espíritu, incapaces de volar y vengativos si rechazamos sus ofrendas.
Y ahí van como vacas al matadero, dentro de una jaula de previsibilidades, impolutos en la buena fe, austeros de solidaridad, amarrando entre sus manos tristes dosis de mediocridad, intentando arañar cielos que ni siquiera han soñado.
Nada se puede hacer más que demostrar que, dentro de nuestras miserias, hay una que no nos roza y es especialmente la de ser cobardes. Sabemos desde el fondo del corazón que esas personas que hemos conocido, que oficiaron de diferentes, se unen en el vértice de lo común, de lo figurativo, de lo asquerosamente asequible, de lo infinitamente gris, de lo presuntuosamente incapaz, aunque crean ser mejores que el resto.
Todo me aleja de sus vulgaridades, de su vergonzoso historial, no por historial, sino porque lo esconden, lo guardan, lo silencian… y les dedico estas palabras porque a veces es bueno remontar la cuesta enarbolando la propia astucia, esa que nunca supieron que convive en nosotros.
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7 de diciembre de 2009

fausto


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Los reflejos juegan con el ir y venir de las manos cerradas en puños mientras gira su cabeza coronada de deseos, tras su nombre pronunciado. Su pequeño e inocente hogar mece sus sueños tras alcantarillas que va a saltar, que va a evitar. Hace cordones en la esquina de cada gemido y sus piernas se agitan tan levemente como si nada haya para empujar. Todo se le sugiere como…
¿cómo?
Lo observo y creo que mis deseos sobre él son efímeras pócimas de augurios que no va a tener que elegir, porque ya le han sido dados. La tierra rueda por una cornisa de su risa pequeña y corta. Me mira. Siempre me mira sin saber que detrás de mi vista hay varias visiones superpuestas que él va a tener que develar. Lo sostengo en alguna esquina de la luna que se acrecienta en un cielo de brazos, leche y calor. Huele a todo ello y amanece desde una pradera de rojos atardecidos que acaricio y sostengo en la cavidad de mi mano. Me busca. Me hace inmune a este mundo de absurdos y me entrega su primer destino atinado. Apenas una luz y varios murmullos arrullados en su oído para que descubra la épica de su nacimiento. Soy a través de él lo que sólo él puede blandir de mí. Me hago a su necesidad y antojo de ver cada día con más placer, con más horizonte, con mayor fortuna. Una ternura, sólo una ternura cruza mi centro y renazco a cada rato en que su elegía aún no tiene nombre ni tiempo.

Y Caronte encalló para no volver.
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