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24 de diciembre de 2010

sucesos



"Muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan" -Pascal
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Y venía andando detrás de algunos desencuentros. Pero era poco a comparación de otras veces. Creyó saber que debía mantenerse a flote con voluntad y con determinismo. Y sí, suena mal, porque la cosa es que todo lo que  sucedíera, convenía que sea tomado con rabia, con ira, con decepción, sin una línea de libros de autoayuda ni de explicaciones que lo dejaban alejado de la realidad.  Porque eso pasaba, se preguntaba y se respondía tantas veces que volvía al punto de partida, mucho más débil, mucho más desconfiado. Había una trama en su manera de ser y existían planes austeros infligidos a sus deseos, que distaban mucho de transcurrir con los dolores antiguos en la espalda y no en el pecho. Esperaba que las situaciones cambiaran, pero con cinismo, con ciertos aires de desconfianza en el aire y rodeaba su atmósfera de pequeños cuchillos calientes que laceraban. Y lo sabía. Era joven  y conservaba ilusiones que guardaba celosamente en cada cajón con llave, dándole  -según él- una sustancia inexistente. No comprendía que los nones, eran eso y que así debía tomarlos para dejar atrás esos trenes que se escaparon, que no se detuvieron, que le dieron la espalda. Pero no escuchaba, hasta que un día guardó su guitarra con esmero, la acarició por última vez y se arrojó de un primer piso al vacío. No tuvo más que contusiones, pero nadie lo quiso escuchar más. Esa fue su verdadera muerte.  Esa fue su interminable condena.
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10 de diciembre de 2010

confesiones III


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Me resulta incomprensible el dolor que nos infligimos constantemente, diariamente, automáticamente. Miro el suelo y sólo encuentro las raíces que muchas veces te conté que habían comenzado a crecer en mí. Ya se que nunca me creíste. Ya se que cuando te cuento como se agrandan y se enmarañan en lo profundo de la tierra húmeda, me mirás azorado o espantado (que no es lo mismo pero es igual). Y yo persisto tratando de convencerte que acá, desde la pachamama me animo a existir. Pero vos con un aleteo en una sola dirección de tu mano, te ungís en el aire sin destino ni horizonte. ¿Te acordás cuando te conté que el viento frío en la cara hacía que mis ojos lloraran? Yo sí recuerdo todo. Creo que me he convertido en un raro compendio de sabidurías prestadas, de vaticinios repetidos y de vetustos análisis sobre las emociones. Y me mirás y no lo creés porque te sobra olvido, una página casi en blanco en donde siempre escribís futuros iguales, repetidos, unívocos que sopapean la incredulidad. Y yo sí soy incrédula por aprendizaje. Cuando te conocí supuse que había encontrado el puerto, ese que tanto me fue vedado. Pero me equivoqué porque nadie es tierra en otro, de allí que mis raíces hayan aparecido para sostenerme ante las tempestades del alma. Tengo pesares que se afianzan porque los escribo, de eso estoy segura, así como vos llevás cánticos libres y justos. Yo no olvido y vos no recordás: La mayor diferencia que nos aleja del vértice. Pero latimos al compás de todos, confundiéndonos en caricias y distancias, en sueños imposibles y creencias multifacéticas. Sólo se que en este andar añoramos lo que pudimos haber sido y ni por puta seremos.
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30 de noviembre de 2010

aquí


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Respiro profundamente y ni un hálito de ahogo me alcanza. Tengo en mi pelo flores asignadas por cada cosa que pude haber hecho bien y cuervos desde las antípodas, que se van alejando en este instante nocturno y eso lo hace placentero. Llevo en mis dedos notas musicales que fabrican melodías. Mis ojos son sin tiempo: Regresaron a un pasado de felicidad incondicional desde la simple inocencia. Creo que supe amar. Creo que me han amado, pero ahora reforzada en los pasos nuevos, me balanceo entre certezas y dudas, entre incógnitas y afirmaciones. Río dentro de cualquier cauce mientras el viento acerca mariposas a mi cuerpo. Mis brazos aletean el juego de volar. Mi frente hospeda amnesias selectivas. Desde mi aliento presiento que la tutela de la alegría vino para quedarse un rato y esparcir elixires dulces y procaces a la vez. La ventana se abre al exterior para aplaudir lentamente mi regreso al mundo de los soñadores y utópicos. Tal vez sea bienaventurado guardar en un cofre todo lo dicho, lo callado, lo doloroso mientras espero la mañana del mañana.  
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10 de noviembre de 2010

adiós


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Me parece que voy a desaparecer un tiempo sin tiempo. En este último mes y parte del anterior, no he tenido buenas experiencias en la llamada  "comunidad blogosfera". He conocido lugares y escritos magníficos que me han modificado provenientes de personas excelentes. He paseado por lugares intrascendentes. Pero me he encontrado con algunos autores cuyos fines no eran los literarios, precisamente. Por eso, porque sólo quería (y quiero) publicar mis pensamientos, es que tomo distancia de los que se escudan detrás de algunas letras para fines específicos, pero opuestos a los míos. Los demás, los que siempre  me han acompañado, a ellos les agradezco. Por lo pronto, no figura más mi dirección de correo electrónico ni mi foto. Y seguiré pergeniando mundos para los que siempre supieron separar la paja del trigo.
Hasta siempre. 
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8 de noviembre de 2010

sorpresa

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Anochecía en la cuadra. Se prendían los farolitos de mala muerte en la mitad de la calle. El Negro y Biro estaban chupando una ginebra caliente como el meo, mientras observaban los movimientos del negocio de la esquina. –Che Biro, me parece que tiene toda la guita de las joyas en el sótano este hijoderemilputas. Sí ya se, contestó Biro con fastidio. Estaban ahí para hacerlo boleta y llevarse todo lo que tenía guardado. –Pero esperá tranca, che, que se va a dar cuenta, dijo Biro. Ahora, antes de que cierre, nos acercamos por atrás de él. El Negro asintió con la cabeza.-Pero mirá que tiene que ser gil, éste ¿eh?, poner una joyería del orto en este barrio del orto, pensó en voz alta el Negro mientras con su mano marcaba la vereda con una rama seca. –No te calentés, va a salir bien. ¿Le hablaste al gringo por la mercadería?, lo apabulló el Biro, y el Negro le dijo que todo lo que de él dependía estaba en orden. Eran las siete y media y el dueño de ese tugurio afilado, comenzaba a cerrar. Eso veían ellos. Había que actuar antes de que baje las persianas. Se pusieron de pie y avanzaron en diagonal, rápido, con la vista gacha y casi, imperturbables. Cuando el quía estaba por bajar la persiana, lo encañonaron y lo hicieron entrar.- ¿Qué pasa che? ¿Yo qué les hice?. Callate dijo el Negro, -¿Dónde tenés esas piedras del afano anterior?. -¿Qué piedras?. -Esas que no compartiste con nosotros, mierda, dijo Biro.- Acá no las tengo, están abajo, en el sótano, en una caja fuerte. Se rieron sin disimulo por la inocencia del imbécil y, revoleando el arma, lo hicieron bajar llevándose todos los peldaños encima, cayendo como una bolsa de papas en el subsuelo. –Despertate che, decinos dónde están, vociferó el Negro, mientras el traidor, marcó una esquina lúgubre del cuadrilátero. Biro salió a los pedos hacia ese lugar, mientras el Negro apuntaba al viejo que estaba sentado en el suelo. De atrás de una cortina de hule, salió al cruce doña Matilde y los dos, el Negro y Biro, le dijeron- ¿Qué hacés acá mamá? – O se van o los liquido a los dos, dejen a Omar tranquilo.Pero nos cagó vieja, se quedó con nuestra parte. –No importa, se van y no quiero verlos más merodeando por la zona. Le hicieron caso, subieron la escalera y cayeron de a uno. Matilde aún temblaba con el arma en las manos. Omar, subió rápido, sacándose de encima los cuerpos de esos imbéciles, trabó la puerta del sótano y llamó a la policía. Todavía se escuchan los llantos de Matilde tras las rejas.
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3 de noviembre de 2010

mañana


Todo aquél que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier forma de hacerlo.

Nietzsche
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31 de octubre de 2010

27 de octubre de 2010

néstor


"Incierto es el lugar en donde la muerte te espera; espérala, pues, en todo lugar"

Séneca 

25 de octubre de 2010

blondy 2


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Ella estaba lavando los platos con su hijo a cuestas que se agachaba para poner su mano en el agua. Se reía y *Blondy también. Las monerías del niño de casi un año, eran la única salvación para un mundo de incautos e insensatos. Él emergió desde el balcón, muy bello, como siempre. Le asentó un beso en la cabeza a Blondy y tomó en sus brazos al hijo de ambos que no paraba de moverse. Blondy dijo – A veces no se porqué creo en personas que no conozco. No se qué extraño presentimiento de honestidad generalizada me circunda. Se secó las manos y al darse vuelta, ví que sus ojos traían un poco de decepción. –No se, continuó, pero estoy cansada que todos los hombres jueguen a ser el león de cualquier manada, sin distinción, y las mujeres jueguen a ser las mejores entre todas, haciendo el juego deshonroso de algún tirifilo. En algún momento me he ido lejos para constatar mi percepción, aunque siempre supe lo que amaba. Ahora me disipo entre los soles y dejo de tratar con cordialidad, porque cualquier macho se confunde y cree que puede competir con *Anselmo. Eso me indigna ¿Es posible que no entiendan que una se enamora y no hay sitio para nadie más? Yo no le contestaba a esta mujer de cabellera suelta y rebelde ante la ausencia de códigos de conducta. Anselmo entró, la besó. Me quedé con *Ramiro en mis brazos y supe que Blondy nunca más va  mojarse en vano. Anochecía pero un rayo de sol se encolumnó y los hizo brillar.
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Cualquier semejanza con la realidad, es exacta.
* Los nombres fueron modificados.
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21 de octubre de 2010

betzaida


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Estaba arremangándose el suéter cuando iba saliendo de la sala del hospital, despeinada y con cara de raro asombro, casi lindando con el estupor. Caminó lentamente por el pasillo lleno de carteles y se dirigió a la salida. Su hijo había muerto hacía instantes, infinitos segundos que no se podían contar porque el tiempo se detuvo a las diecinueve y cuarto de la tarde. Se sentó en un umbral que no va a recordar nunca más. Sintió el sopor de  la conclusión de la vida y lloró. Supo que nunca le había dicho lo suficiente. Que había sido muy enérgica y sólo pedía instantes para retrotraer el tiempo y besarlo, abrazarlo y acariciarlo antes de la despedida. Pero es que nunca supo de la muerte prematura. Nunca presintió que vivimos por puro azar. Nunca imaginó siquiera que algún día iba a ser el último día en que lo viera. Así. Trágico. Espeluznante. Desgarrador. Se secó las lágrimas que empañaban la calle con el dorso de su mano y apoyó las dos manos en ambas rodillas. Así. Agonizante. Perdida. Quebrada. Lo buscaba entre la gente que pasaba por la acera. No podía haber sido. No pudo haber muerto. Así. Sin derecho. Sin futuro. Sin esperanza. Se irguió como pudo para contratar el servicio de sepelio y darle digna sepultura. Así. Con flores. Con amigos. Con la daga clavada para siempre. No sabía a dónde se dirigía. Tampoco le importó. Lo mejor de su vida no iba a volver. Cualquier sendero era igual. Así. Rancios. Inhóspitos. Crueles. Cruzó la calle sin mirar. Murió al instante debajo de un colectivo. Del otro lado de la calle su hijo, su único hijo, vociferó de espanto. Así. Contundente. Atroz. Inimaginable. Él corrió a su encuentro debajo de la carrocería. La policía y los bomberos llegaron para labrar las actuaciones. Él se hamacaba en el cordón mientras repetía sin parar –se suicidó, se suicidó, se suicidó. Supo que nunca le había dicho lo suficiente. Rogaba instantes para retrotraer el tiempo y besarla, abrazarla y decirle que siempre la había querido. Su madre había muerto hacía instantes, infinitos segundos que no se podían contar porque el tiempo se detuvo a las diecinueve y cuarto de la tarde. Alzó la vista y miró a los ojos del médico que fue a su alcance para balbucearle –Se nos escapó, se nos escapó. Se secó las lágrimas que empañaban la calle con el dorso de su mano, mientras el cartel del neuropsiquiátrico comenzaba a centellar en luces verdes y azules.
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14 de octubre de 2010

magdala

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Sentada al borde de la silla, dejaba ver sus bragas tan rojas como su sinuoso vestido. Había advertido que el amor era cosa del pasado, de hace muchos años, tantos como la humanidad tarda en reproducirse y más aún. Señalaban sus ojos la estirpe escrita en el primer libro, el castigo al que la querían someter y la dulzura con que untó los pies de su hombre más de una vez. Ella que expulsó demonios de su cuerpo y que adulteró la fidelidad momento tras momento, recuerda sólo a uno, el que la creyó entera de toda entrega. Y así fue. Sabía que la llamaban de diferentes maneras, porque así lo quiso, porque así lo pergeñó. Sus ojos giraban en imágenes borrosas y escupía herrumbre ennegrecida. Acarició sus caderas como miel viscosa. Esas mismas que ansiaban recorrer otra vez el camino hacia aquellos brazos, hacia  aquél púlpito carnal, hacia la restauración de la sangre agolpada y el vuelo del goce en los cielos. Se erizó y burló la transpiración de sus pechos. Esperaba seguir el sendero de pezones erectos y saliva blasfemante entre sus piernas. La mueca de su boca frente al espejo, le demostró que su ingenuidad almística se había atorado en el pasado. Ya nada era calma en su torrente. Se acordó que faltaban tres clavos para la empuñadura de su picaporte de madera y quedó perdida en una atmósfera de tinieblas. Sus años no existían, habían desaparecido de un plumazo para su suerte. Así era bella, lo suficiente para poder elegir seguir follando con los sicarios de dios y regurgitar en sus rostros, las desdichas escritas y reproducidas por todos los vientos.
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8 de octubre de 2010

blondy


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Llovía y ella estaba sentada al borde del cordón, agazapada,  sosteniendo sus piernas con sus brazos y su mentón en el cuenco que quedaba entre sus rodillas. Se hacía llamar Blondy porque le gustaba, porque era suave, porque su otro yo deseaba poder ser menos apocalíptica, dejar de ser por un rato, la hija de la lágrima. Cuando repetía por lo bajo su nombre, se aletargaba, se cocía a fuego lento todo aliento de esperanza, aunque sea cortita. Blondy, Blondy, Blondy. De esa manera sonreía. Blondy, Blondy, Blondy. De esa forma creía en el amor perenne. Llevaba, esa noche un buzo con capucha que la cubría de la fría y persistente garúa, pero no podía destronar de sus pestañas, las gotas acumuladas como si fueran estalactitas. Tenía que pestañear, pero no quería. Estaba esperando que él se asomara por la ventana iluminada de su cocina y los párpados podrían jugarle una mala pasada si los cerraba seguido. Lo divisó tras el vidrio, yendo y viniendo y pensó que una pipa le quedaría muy bien entre sus labios porque así podría seguir su rumbo tras el humo antes que se disipase, cuando desapareciera de la escena. Blondy estaba al cruzar la calle. Nunca él podría verla porque estaba camuflada con la noche. Muchas veces supo de sí misma, que podría llegar a ser como un perro que sólo desea caricias y ternura, sólo eso, sin gritos ni atropellos, otras veces soñaba con poder ser gata que no necesita de tanta atención inmediata, pero ella era las dos cosas a la vez. El cielo tronó y recordó a sus muertos y que era imperioso ir a llorar la extrañeza junto a las tumbas. Era amiga de la muerte porque desde allá había gente muy querida que quizás la estaba esperando, pero entendía que se llega sin anticipación a todos los lados. Por eso estaba allí. Quería verlo a él a la distancia, sus movimientos, sus giros, sus manos volar sobre el vidrio del ventanal, escuchar sus romances con la música e inventar su introspección. Blondy desde sus ojos inmensamente negros, lo observó mirar el cielo, ese que no se veía, pero que era inevitable tratar de demarcarlo en su territorio. Tronó a modo de queja por segunda vez, iluminando por breves segundos lo que contenía la calle. Él la vio. Ella no se movió. Él acercó su rostro al vidrio con sus manos a ambos costados de la cara. Se retiró del vidrio y ganó la calle. Blondy se sumergió entre sus propios brazos montados en cruz sobre sus rodillas flexionadas, mientras oía pasos que iban a su encuentro. Él se agachó y tomándola de un hombro, le preguntó – Ey, ¿que hacés acá bajo la lluvia?, -Nada, dijo Blondy, me senté a descansar, es que vengo desde lejos, ¿sabés?, - Entonces, vení conmigo, entrá a la casa, estoy por comer algo, -No, gracias, dijo Blondy, mientras se ponía de pie. –Me tengo que ir, agregó. Él se paró frente a ella y musitó –Si ahora estás acá, qué mejor. Ella dio un paso hacia la izquierda y siguió su camino, contestándole sin darse vuelta –Tal vez en algún mañana ¿No te parece?, -No, dijo él. La vida es hoy. Y ella, saludándolo con la mano en alto, le dijo a modo de una despedida, -No, la vida no es hoy, es todos los días y vos quizás estés en el mañana. Se dio vuelta para mirarlo, le sonrió y se marchó. Él no agregó nada. Antes de entrar a su casa, miró el cielo otra vez, vio aparecer una estrella, se echó a reír y le tiró un beso.
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2 de octubre de 2010

ve

Fotografía: Matthew Scherfenberg 

Música: Andrés Calamaro
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La inicial de su nombre era "V" de victoria,  pero se llamaba Verónica, como su abuela. Se debatía entre sonrisas y excesos y algún que otro amor olvidable. Nunca entendió porqué la gente pudría todo en tan poco tiempo. Esa tarde estaba apoyada sobre el murallón. Del otro lado se divisaba poquito una ciudad uruguaya -Debe ser por el día, se dijo para sí. El coloso de piedra que la separaba y la contenía del río, tenía señales de tiempos pasados, que ella arrojó al agua porque le molestaban al acodarse. Pensó que esas conchillas serenamente apostadas sobre la piedra -y que ella deshaució- representaban el remanente, la esencia, la crudeza, la pequeña porción de su verdad, sobre los hombres. Lo oculto. Lo siniestro de toda fachada amigable. La traición detrás de los velos. Había entendido que la mayoría siempre quería ganar, desde la lotería hasta un amor. Daba lo mismo. Desde el oráculo mágico hasta la caricia de algún hijo. Todo en la misma bolsa y al mismo precio. Pero ella sabía que no era así porque los designios no empardan nunca, al contrario: Hay que saber perder para entender en qué se puede ganar. Si la existencia se trata de victoria (vaya...su nombre oculto otra vez) o de trascendencia, nadie debería señalar las derrotas o sus opuestas con algún hálito de exitismo. Nadie pero nadie puede colocar algún puntaje a la travesía de cada uno en esta vida. Pero era así y volvió a resurgir en su interior el pensamiento recurrente de que, por pensar así, siempre la habían deseado, para doblegarla o para adquirir su sabiduría. Siempre lo había sabido. Pero le provocaba mucha ternura que los galanteos se hayan repetido y se repitieran una y otra vez de la misma manera en todas sus presas, con una inocencia hasta rudimentaria. Ella también había buscado luchas cuerpo a cuerpo, sólo que no había pasado gato por liebre y nunca hablaba de amor cuando sólo era deseo o curiosidad. Las tímidas olas golpeaban tenazmente el mohoso de piedra, gimiendo en cada estocada, como sus pensamientos en su cabeza. El viento penetraba como manos furtivas a través de la falda, alcanzando y regocijándose con sus glúteos. Desde el otro lado, un niño caminaba por el borde de la explanada de la mano de su madre. Se detuvo y señalándo el cauce del agua, dijo: - ¡Mirá mamá cuántas burbujas hay ahí!

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26 de septiembre de 2010

ahora




“yo he tenido su último amor vivo” – “La Náusea”- Sartre


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Siempre leí el final de todos los libros antes de comenzarlos ¿Te acordás? ¡Qué costumbre la mía de anticiparme a las sensaciones! Y vos siempre me reprochabas que no tenía sentido, porque tampoco iba a entender el desenlace. Y había razón en tus palabras. Pero era más fuerte que yo; una forma de ganarle al tiempo, ya que mientras otros se entretenían con los prefacios, yo ya había burlado el destino de página tras página aunque sea por un rato, aunque después comenzara por la portada. Ver asentado en el borde derecho, allá arriba un número de tres cifras era un gran desafío al cotidiano vivir. Ya se que decías que era una tontería, que nadie puede anticiparse a nada, pero yo me estaba anticipando ¿O no? Nunca me contestaste, igual que ahora que te mantenés callada. No importa. Se que no vas a cambiar de idea y yo tampoco, pero estamos juntos y por toda la eternidad. Qué bien que suena “eternidad”, que bien que se siente que desde ahora nada nos va a separar aunque seamos tan diferentes, aunque nos hayamos peleado mucho, aunque nos hayamos engañado hasta el cansancio. Yo te prometo que calentaré tus pies con mis masajes, hamacaré ese sillón en el que estás sentada, leeré en voz alta lo que quieras sin jugarte la mala pasada de inventar la trama de algunas páginas o saltearme párrafos: Eso me encantaba y vos no entendías que sostenerte de una ficción creada por mí, aunque no haya sido importante para la trama verdadera, me hacía verte indefensa y con tu destino en mis manos, bah, el destino de lectora aunque sea. Te pido que me mires, que abras los ojos, que me creas. Está acostado bajo tus pies Jack, por lo menos acaricialo. Extrañó mucho y lloraba cada noche detrás de la puerta. Te prometo desandar muchos caminos truncos y escucharte, entender tus sueños y no reírme de tus “basta Juan”. Al contrario, se que no lo vas a decir nunca más. Te voy a abrigar y a cantar y vos te sorprenderás tanto que entenderás porqué te exhumé.

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Pintura: "Mujer Sentada" -Joan Miró
Música: "Y el amor"-Serrat

 
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19 de septiembre de 2010

flores

Imagen: Ricardo Carpani
Música: Manu Chao-"Mundoreves"



“…es posible que hayan extraviado la brújula

y hoy vaguen preguntando preguntando

dónde carajo queda el buen amor

porque vienen del odio” M.B.

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-Esto de no saber dónde poner una flor, debe ser espantoso, dijo Marta mientras miraba el noticiero de la noche.

- Calláte mujer, ya no sabés qué decís, la interrumpió Vicente.

La noche era promisoria en desencantos callados, pero presentes. Marta sabía que su marido estaba en riesgo de ser detenido por delitos diversos, espeluznantes y de inocencia improbable. Vicente la miraba de soslayo. Sabía que, desde que Marta se enteró de todo, tarde, siempre tarde, como cuando quedó embarazada, no compartía la justificación a todo el dolor rojo que tiñó su país por años.

-¿Y si los que están desaparecidos, aparecieran y los que están vivos hubieran sido ejecutados, creés que estaríamos peor?, preguntó ella.

- ¡Seguro! Yo estaría muerto y no se de que vivirías vos que nunca supiste hacer un carajo. Así que no revuelvas más y dejame de joder que cuando puse las manos en la masa, no dijiste nada, gritó el hombre de la casa.

- Es que no sabía, pero ahora que lo se, me preocupan esas flores que andan por el aire buscando donde quedarse. No me digas que no saber donde están los hijos, es poder vivir. Por favor, el que te tenés que callar la boca sos vos, le dijo ella acusándolo con el dedo.

- ¡Qué te pasa mujer con el fetichismo de los cuerpos y las flores!. Lo que no está, dejó de ser y ni un muerto puede alentar desde la oscuridad nada, por suerte.

Marta se levantó para preparar la cena como todos los días de todos los años largos. Pero antes se dispuso ir hacia su habitación. Sabía que él guardaba un arma en la parte superior del placard y quiso –por simple curiosidad- mirarla. Tal vez sólo buscaba adivinar cuántos disparos partieron de su espíritu de metal. La acarició, la cambió de mano y hasta miró por su orificio de salida. Y pensó en las flores que se habían marchitado en el mientras tanto, por no haber tenido una tumba donde recostar su color, de manos de cada uno de los parientes y amigos.

Vicente desde el comedor la maldijo muy por lo bajo. Su mujer se había transformado en una enemiga, solapada pero convencida y eso debía terminar cuanto antes.

Marta volvió al comedor con el arma.

- ¿Qué hacés con eso boluda? Dámela que está cargada, a ver si se te escapa un tiro imbécil, dijo él en un estado de exaltación que se parecía al miedo.

Marta disparó. Lo hirió y lo remató en el suelo. Vicente murió al tercer disparo, mientras la publicidad televisiva hablaba de los encantos de las tarjetas de crédito.

Ella soltó el arma al lado del cuerpo de él y salió al jardín. La noche era tan apacible que miró un cielo estrellado olvidándose por un segundo de lo que la esperaba adentro.

Se acercó a uno de los canteros y cortó una flor.

Entró, se arrodilló al lado del cadáver y puso sobre el pecho de él, el crisantemo.

-Ahora sí, por lo menos, hay una flor que sabe a quien acompañar, aunque no te la merezcas, dijo en voz alta y se largó a llorar.
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12 de septiembre de 2010

lazos

Pintura: Albert Cruells
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Delia estaba sentada en la punta de la silla y sus codos apoyados en el borde la mesa. Él estaba oblicuamente sentado en otra silla, en la otra punta, con la que se hamacaba. Sabía Horacio que esa mujer estaba a punto de vociferar por puro aburrimiento y él tenía que tragarse, como siempre, los insultos más feroces, agudos y altisonantes, sin razones. - ¿Salís con esa putita de la esquina, no?, dijo Delia clavándole el primer aguijón. -No, contestó Horacio. - ¡No me mienta más!, gritó, mientras daba un puñetazo sobre la mesa. -Te dije que no y vos sabés que si pudiera lo haría. Las miradas contaban sus pasados en donde se dejaba entrever las tristezas unívocas e intransferibles de los dos. Afuera el viento zumbaba como un río y se desgranaban las horas del martirio. - No tolero más que me descuides, ya no. Y es por eso que te exijo que me ames. Yo necesito tu amor y no un día, sino todos. Desaparecés y ¿ves? Lo hacés a propósito para que yo termine gritándote y odiándote desde el fondo de mi corazón. Quisiera saber que hice que no te gustó, para poder defenderme de tu ingratitud, pero como sos un monstruo, no vas a articular ninguna palabra por soberbia y ¡dejá de mirame así!. - ¿Cómo te miro?, preguntó Horacio. - Así, con los ojos vacíos, dijo Delia. -Ah, contestó Horacio, ni idea tengo de cómo te observo. - Callate un poco si vas a seguir diciendo boludeces. - Bueno. -No puedo vivir así, ya me cansé de amarte, así que antes de que me abandones, te echo yo. Llevate tus cosas y andate a la mierda. Horacio se levantó de la silla, fue hacia el dormitorio y comenzó a llenar su bolso con algunas pertenencias mientras Delia lo seguía como gata en celo. - ¿Sabés qué? Por mí podés morirte que no derramaré una sola lágrima. Él se encaminó hacia el pasillo, abrió la puerta mientras Delia lo puteaba a más no poder. Sabía que todo estaba acabado y no le molestaba. Cruzó el dintel de la puerta y puso sus pies en la acera. Seguían más gritos. La cerró rápidamente, no sea cosa de que Delia se arrepienta al instante. Ganó la calle y dobló en la esquina. Allí, fuera de ese encierro, comprendió que su madre al fin le había otorgado la libertad.
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5 de septiembre de 2010

poetisa

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Apareció entre las sombras. Se sumó a las otras que deambulaban espectralmente. Olga y Julio acarician una fecha: 1936. Llueve tras sus aleros de barro. Sus ojos lloran la lejanía de sus amores y de sus desgarros. Angustia más angustia más angustia, murmuran sus recuerdos. La sombra abandonada, huérfana e inadaptada la encuentra en la frágil acera con charcos en blanco y negro. El número 1955 y aún no tiene conciencia de la total impotencia del hombre. Los carteles de la bohemia desfigurada la yerguen en estampida ausente que busca, inagotablemente, la otra leyenda que pisa sus pasos para desterrar una niñez de su pantano de miedos. Murmuran entre bambalinas algunos rostros sobre un libro que la atraganta. Ella llora sobre hojas vacías. Ella abre sus brazos de plumas mientras miles de llantos la protegen de su propia cárcel que se desvanece en medio del canto 1972. Ella recuerda sus cuadernos con los que jugaba a la muchacha que incendia la noche mientras que una luciérnaga se suicida con una espada de papel. Un viento me acerca a un canto demencial de pájaros incendiados, y la veo bosquejada en busca del tiempo perdido. Proust en la esquina vertical que separa la admiración de la risa y la ingenuidad de lo macabro de que esté todo escrito. Se sienta y lleva en su regazo los Diarios anotados de Kafka. Me inclino y me susurra que meditó la posibilidad de enloquecer. Se agiganta sin pies de barro, abroquelándose en la piedra para sostener su reflujo de inmaterialidad. Se aleja y derrumba la tierra abrazando su lápida buscada a conciencia. Tomo su mano para sostenerla entre oscuridades y no dejarla ir. Intuyo que la conozco, que viví sobre sus letras, que el mosto de su dolor me es familiar. Me mira su boceto… "soy Alejandra, soy Pizarnik"
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29 de agosto de 2010

ella

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Se despertó ante el amanecer. Resopló la bronca y –aún- se alegró de estar viva. Nunca supuso que estos últimos meses la debatirían entre sus deseos y sus acechanzas. Tiró de la sábana ennegrecida de tantos cuerpos que alquilaban su cama y su alma, y se fue a preparar un brebaje que sonara a desayuno. Se abrigó mientras el último usufructuador yacía en el lecho. No quería echarlo porque sabía que podía enfurecerse, pero estar a merced de sus antojos, le daba miedo. -¿Qué hacer? dijo por lo bajo. –Nada, se respondió. Sólo la espera de que el cansancio del durmiente la salvara un poco de tanta obligación copular. Siempre era el último y el peor, no sabiendo ella si por su cansancio, ser el último lo convertía en una suerte de alimaña. No importaba, quería alivianar el yugo acabando con él y quizás con los demás, de a turnos. Buscó la tijera. La abrió y cerró varias veces escuchando el rechinar de sus óxidos y se prometió lavar la sangre con mucho esmero. Lo llamó para despertarlo, insistió hasta que abrió los ojos. Le clavó el andamiaje plateado en la garganta y le dijo: “ se acabó” mientras de ahogaban entre chorros del líquido rojo. Obitó o quedó inconsciente por un rato. Ella gemía de placer. Fue el primer orgasmo después de mucho tiempo.
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21 de agosto de 2010

somos

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A veces no llega la inspiración. El otro lado del cristal recibe nuestra mirada vacía. Nuestra existencia tiene de común algún desánimo, alguna pobre esperanza, y, lo repetido de nuestros días, lo vaticinado, lo que siempre transitamos. Canturreo alguna canción que me es familiar, no por lo bonita sino por lo banal. Dicen “cuarto creciente” y miro la luna; murmuran “llegó el amanecer” y me alineo con el horizonte de fuego. Todo está preconcebido, todo matemáticamente repetido. Bello, pero no singular. Muchas cosas empujan desde atrás y nos anestesiamos. Quiero que nuestra manera de ver sea límpida, sin desvelos pero sin sorpresas. No es fácil, ni lineal. Serpentea siempre como la hierba crecida con el viento, la idea de dejar lo más pulido para volvernos tan salvajes que podamos ironizar y vernos sin ilusionarnos sobre nosotros, sobre nuestras ideas y nuestra materia. Somos esto que respira; somos lo que nadie ve de nosotros; somos lo que ignoramos; somos lo opuesto a lo que decimos. Creemos que somos testigos del Tiempo, sabiendo hasta el hartazgo que él, no existe sin nosotros, que somos los años acumulados, las necedades constantes, las mentiras de lo que no podemos hacer, la lágrima que aún no rodó. Y en el mientras tanto, sembramos vergüenzas que no recordamos. Nuestro rostro es el dibujo del espanto, aunque a veces riamos, aunque instintivamente nos queramos con una locura imperecedera, aunque nos desencontremos, aunque seamos amigos de todos los olvidos.
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Música: Manu Chao-"Hoyo"
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17 de agosto de 2010

él

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Mis manos están empuñando una suerte de sentimiento visceral, por eso están apretadas, unidas como si fueran una tinaja, con un cuenco apetecible, cerradas en las puntas de los dedos y en el final de la palma. Hace rato que estoy así, hasta este momento en que escribo. Le dije a ese amor que calenté entre mis fibras y mis repliegues, que se quedara "quietecito", aquí al lado mío. Y hasta ahora así es. Nunca pensé que un amor difuso, tornasolado, dedicado a todos los humanos y que intenta mover el mundo, pueda hacerse notar. Es como una mascota invisible que tiene aroma a hierba y brilla como el rocío. Es el universo del Aleph, así, infinito y así de pequeño. Creo que no voy a dormir esta noche. Tengo miedo de que se escabulle por alguna rendija, que se haga invisible para mí y no pueda rescatarlo del anonimato. Le hecho una ojeada y ahí está, al lado de uno de los parlantes, cambiando de forma, mutando de color, celebrando distintas melodías que nunca escuché. Apareció hoy por la mañana vestido de celeste cielo. Ahora es de plata como la luna lunera, pero sin cascabeles. Tiene hambre, eso lo se. Quiere alimentarse de la ternura que desechamos, de la solidaridad que olvidamos y de las dulces palabras que aún nos falta decir. Creo que me dicta. No soy yo la que escribe, solamente soy un mero instrumento para que nos encontremos detrás de bambalinas, sobre todas las cobijas, en cada esquina y en el fondo de todos los mares. No se si me eligió o si fui a su encuentro. Cualquiera sea la opción, está tan cerca que creo en la posibilidad de poder guardarlo un ratito y entregarlo, regalarlo o prestarlo a quien lo perciba aunque sea alguna vez. Cierro todas las puertas y ventanas, le doy calor y me quedaré en vela por si se escurre tras tantas lágrimas derramadas…
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10 de agosto de 2010

principio

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Me delineo el perfil con una pluma de faisán y llego hasta el escote. Subo cortésmente hasta la frente y la dejo caer. Las caricias, los felinos y el saxo cubren la neblina del espacio, del atardecer y del punto exacto en que se estrellan todos los sonidos. Acabo de redimirme para siempre y por todo. Nada es fatuo en este instante porque lo poco que conjugo, existe. Cierro los ojos y pienso en cuantas cosas son las que deben desecharse y que las personas insisten en conservar: Un viejo amor, una ilusión imposible, una sempiterna alegría de kermese. Doy vuelta en la cama. Giro. Me echo boca arriba. Me siento y veo mis raíces que me implantan al suelo. Sonrío con media sonrisa y miro de soslayo el espejo que derrumba toda teoría del reflejo exacto, plausible, encantador. A estas alturas ya se que soy lo que he vivido y que mi rostro me muestra –inquietante- mis faltas, mis traspiés, mi cobardía. Desperezo el esqueleto y llego hasta el marco de la ventana. Allí el sol me contenta y salgo al mundo mientras los gorriones se bañan en los charcos que viejas lluvias acumularon. Me alzo en un vuelo despeinado mientras mi pequeño ríe, ríe, ríe levantando los brazos al cielo.
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31 de julio de 2010

náusea

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Sartre escupe:
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"...para que el suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo. Ésto es lo que engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si la contara..."
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(Nota de redacción: Desde algún lugar del planeta, mutando de piel y de deseos, dando forma a una vida nueva, expectorando lo que no se puede tragar, sin imágenes que puedan dispersar mi atención, con las agallas suficientes para existir día tras día sin amontonar recuerdos, la Náusea me apea siempre)
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Estoy en todos los fondos.
(Y aún respiro)
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17 de julio de 2010

matrimonio entre gente rara

Lo escrito abajo, lo he leído con una tremenda fascinación en el blog de mi amigo Nahuel, y estas claridades meridianas nunca deben dejar de leerse, una y otra vez...miles de veces, para que nos afiancemos mucho más, aún, en que el camino que recorremos, es por cierto, el más humano: el de todos.
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"Estoy completamente a favor de permitir el matrimonio entre católicos. Me parece una injusticia y un error tratar de impedírselo. El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales. Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de carácter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos. Pero esto, además de ser más una imagen mediática que una realidad, no es razón para impedirles el ejercicio del matrimonio. Algunos podrían argumentar que un matrimonio entre católicos no es un matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio están gravemente condenados por la Iglesia, algunos podrían considerar que permitir que los católicos se casen incrementará el número de matrimonios por “el qué dirán” o por la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el hogar y las familias desestructuradas. Pero hay que recordar que esto no es algo que ocurra sólo en las familias católicas y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás, no debemos juzgar sus motivaciones. Por otro lado, el decir que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra forma no es más que una manera un tanto ruin de desviar el debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: aunque sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una familia es una familia. Y con esta alusión a la familia paso a otro tema candente sobre el que mi opinión, espero, no resulte demasiado radical: también estoy a favor de permitir que los católicos adopten hijos. Algunos se escandalizarán ante una afirmación de este tipo. Es probable que alguno responda con exclamaciones del tipo “¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!”. Veo ese tipo de críticas y respondo: si bien es cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor probabilidad de convertirse a su vez en católicos (al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad), ya he argumentado antes que los católicos son personas como los demás. Pese a las opiniones de algunos y a los indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico sea una influencia negativa para el niño. Además, los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres. En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores, creo que debería permitírseles también a los católicos tanto el matrimonio como la adopción. Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales" .
Este apoyo al matrimonio entre católicos circula por Internet y gana adhesiones que se cuentan de a cientos.

6 de julio de 2010

mareada

"No hay necesidad de fuego, el infierno son los otros" Sartre
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Voy por ahí y vengo por acá. La suerte del gallito ciego se esfuma, se aleja. ¿Me ves? Hundo mis cortinas en todos los espejos azulados porque estoy distorsionada. No hay soledad sin espera. Me convidan a leer las marquesinas con luces de neón y no quiero comprar nada. Me resisto a mirar el revés de todas las formas (los triángulos que nos sostienen el cenit se han redondeado) Un punto fijo, neutral sobre mi cabeza me hace girar como esa bailarina de la cajita musical hasta que me despisto, hasta que me hago añicos. Y vuelta a empezar. Voy por aquí y vengo por allá. Soplo un humo desvencijado y blanco sobre un telón azabache. ¿Me ves? Me ato el cabello para que mi sombra sea prolija (no me gustan las puntas al acecho). Huelgan los olores, las formas, las músicas. Todo está enmudecido y araño los gestos del fin de todos los tiempos. Las imágenes se derriten a mi paso y sólo rescato mi propia soberbia que aún conservo para no morirme de miedo. Soy un espectro que danza la más macabra de las desdichas y todavía sobre tus espaldas, te amo.
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4 de julio de 2010

dolor

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"Yo no lloro por el fútbol, lloro por una estética y por una ética que vuelve a ser pisoteada por los mediocres.
Decía yo, quizás exagerando mis sentimientos, algo que es verdadero: Más deseo tenía yo de ver campeón a Diego que de ver campeón a la Argentina"
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-. Alejandro Dolina.-
(1994)
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1 de junio de 2010

impás

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Me tomo un tiempo (¿se puede tomar un tiempo?) para hacer otras cosas que no son precisamente escribir en mis blogs. El aire me obliga a alejarme, porque es ostensiblemente contradictorio -si necesito brisas y vientos- hacer flotar palabras en este lugar (quiero sólo aprehender, tocar, oler, moldear, amar, armar y desarmar lo que es materia, lo que son personas, lo que es real)
Los beso a todos.
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26 de mayo de 2010

sentidos

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The Velvet suena mientras vos leés lo que estoy pensando, y es tan justo… pero tan al límite, que vuelan miedos de que no se logre. Hace algunas décadas se buscaba lo que ahora suena y resuena. Estamos naciendo y me encuentro con varias aristas que empuño para no desdibujarme, para no llenarme de tecnicismos, para arrumbar mucha soberbia y cantar y bailar esperanzadamente. The Velvet sabía de música en crudo, sin estudios de grabación ampulosos ni de parafernalias que nos alejan de lo agreste. Somos res nullius cada vez que necesitamos de más sueños para sonreír y el pasto está creciendo y las bocacalles tienen el amparo del agua que corre para escaparse en la alcantarilla de turno. La noche de mis ojos se refleja en tu corazón de manos limpias. Me gusta pronunciar guacamole. Me gusta correr mis manos por los labios de bocas calladas y endulzar la pestaña de un saco cualquiera con algún nomeolvides. Estoy ansiosa mientras The Velvet recuerda a Warhol y su esencia de colores inmortalizados. Me peino con los dedos mientras te prometo que esta dulce sensación de que los trenes se detienen a mis pies, durará mucho más que cualquier estación del año. Busquemos nuestras miradas de equidad y sepamos esperar el estío, pero el de todos. Tus ojos, los ojos de aquél y de aquella, están enhebrados con las ansias de seguir pululando por la calle porque es nuestra, de sentarnos en los cordones de nuestras zapatillas, buscando los ecos que nos hacen reafirmar nuestra condición de mortales, glorificantemente menos fatuos. Ser imperecederos creadores de utopías, mientras The Velvet con simples rasguidos nos devuelve tiempos en que la lucha anunciaba cobijo…y te escribo a vos que estás leyendo para que te zambullas en todas tus ganas y empolles entre tus manos el hilado del alma colectiva. Para que no te acucien muchas tormentas porque estamos listos para espantarlas. Me cubro los ojos y siento el paraíso de mi respiración que no escatima promesas. The Velvet, cadenciosamente cubre las nostalgias futuras para que tengamos resto, siempre.
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16 de mayo de 2010

despreciable

. Sus zapatos habían pisado estiércol hacía mucho, pero lo disimulaba con perfumes importados. Era tan solícito que sus ojos se convertían en inyectores de sangre si no se actuaba como marioneta. Hablaba suave para no despertar los demonios que lo acompañaban. Vivía en claroscuros. Se movía zigzagueantemente al ras del piso siempre a punto de picar. Las ventanas no lo reflejaban, ni los espejos le devolvían un poco de piedad. Detrás de su mirada yacía la peor de las insignias almísticas: las de la deslealtad. Supo ser cortés cuando no debía y dio creación a todas las abrumadoras infamias posibles. Se rascaba para mutar de piel. Parecía cordero desvencijado por alguna pena, pero sólo acechaba desde las sombras para pegar el zarpazo salvador de sus envidias solapadas. Solemnizaba cualquier momento grácil porque su historia lo había hecho de cartón piedra, pero él se había sugerido interiormente que debía parecer lo que no era y casi lo logra. Sólo que ni el cielo más oscuro le devuelve el estallido estelar reservado a los nobles.
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10 de mayo de 2010

lumbre

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Nadie podrá siquiera salvarme un poco de esta endiablada forma de pensarte, de traerte siempre a través de los recuerdos. Así, detenidos, acalorados, afiebrados, llenos de matices iguales a la paleta de un pintor. Me observo a través de algún cristal que pasa sin detenerse y no se cuánto de mi es tan ideal como corpóreo. Sueño mundos no tan hostiles, me venzo con canciones que hablan de amores, sublimo las entrañas y la extrañeza. Me hundo mientras me descalzo, me acaricio mientras te busco. Hay albores que recrudecen los duelos, pero te encuentro en cada anochecer en que me recitás estas y otras tantas palabras en derredor de lo inmaterial. No hay lugares sin formas preconcebidas y sin las luces de tu mirada. Te bautizo felino de otros tiempos que me trajo el viento para ronronear en mi afiebrada conciencia. No declino los derechos de que seas lo que sos, ni de que yo pueda reparar lo que aún duele en mi corazón. Miro mis pies y observo las raíces del tiempo, del incisivo lapso que me recrea, que te recrea, que nos volatiliza hacia alguna creación que traspase los lienzos de la mortalidad, como cuando creo mirar los ojos que no pueden apañar tu languidez.
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5 de mayo de 2010

lastre

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Qué bien hace dejar el lastre Coma (,) ese que se pergeñó detrás de una afirmación culpógena dos puntos (:) Abro comillas (“) Me cerraste la puerta en la cara Cierro comillas (”) Coma (,) cuando no hubo puerta ni siquiera cara Puntos suspensivos (…) pero bueno Coma (,) es una forma eufemística Coma (,) metafórica Abro guión (–) me quedo con eufemística Cierro guión (-) de expresar alguna sorpresa ante algo inesperado. Y como hoy estoy diletante Coma (,) ah me olvidaba Signo de admiración (¡) también me preguntó a qué me refería utilizando esa palabra Abro comillas (“) tan de moda Cierro comillas (”) . Sí Coma (,) sí Coma (,) no se horroricen Puntos suspensivos (…) sostuvo que era una palabra de moda Coma (,) y es por eso que aprovecho para dar su significado Dos puntos (:) Comillas (“) Dícese de la persona que practica una ciencia o un arte sin tener capacidad, ni conocimientos suficientes. Cierro comillas (“) Punto (.) Abro signo de admiración (¡) Qué bien hace dejar el lastre cuando es un impedimento para llevar algo a buen término Cierro signo de admiración (!) sobre todo si se trata de un aprendiz Coma (,) catárquico Coma (,) y chismoso. Y a mí me gusta jugar con las palabras Coma (,) con sus significados Puntos suspensivos (…) como si se tratara de una partida de ajedrez Coma (,) para observar cuánta lógica en el desenvolvimiento humano tenemos Coma (,) y resulta que Coma, a sabiendas Coma, invado el campo contrario esperando que hagan tablas Coma (,) y en el mejor de los casos Coma (,) algún jaque mate para aplaudir y admirar al contrincante Punto (.) Pero no es así Punto (.) Muy por el contrario Coma (,) la escena es de una triste melancolía que demuestra que puestos a engrandecernos Coma (,) nos minimizamos Punto (.) En fin Puntos suspensivos (…) una verdadera pena para la humanidad Punto final (.)
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2 de mayo de 2010

chiste

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Me pregunto si podré volver a sonreír. Toda mi vida tuve una risa sumamente estridente que se disparaba ante el menor chiste. Nunca pude contener una carcajada frente a una situación que me resultara graciosa o simplemente anormal. Recuerdo el velorio de mi tía Elvira. Juan se acercó y me dijo, con tono grave:- ¿Qué hubiera pasado si la tía se hubiese parado en una pata?- ¿Qué?- dije yo extrañadísima- El pato se hubiera quedado viudo. Las lágrimas corrían por mis mejillas y mi boca emitía un sonido entrecortado que no se si puede llamársele risa. Me acerqué al cajón intentando sofocar mi risa con la visión de aquel cadáver yerto acostado en ese enorme féretro de roble. Era realmente gorda. Juan se acercó sigilosamente y me susurró al oído:- ¿Sabés que dicen que un tipo organizó una expedición para buscar el ombligo de la tía y nunca más volvió? Nuestra vieja no nos habló en un mes. Estaba ofendidísima por lo que habíamos hecho en el velorio de su hermana. Me acuerdo que me estaba retando por el escándalo que había hecho al reírme tanto, mientras Juan me decía:- Tiene razón negra, ¡no viste la cara que puso la tía!, estaba enojadísima Y la vieja nos echó de la cochería, o como le decía Juan, "El salón de la gran fiesta". Parece mentira que el homenajeado hoy seas vos hermano. Me levanto y voy hasta el cajón. Al lado del de la tía es un escarbadiente. Juan siempre fue muy flaco. Él decía que era por tanta actividad física, y las sonrisas de sus novias lo confirmaban. Siempre estaba contento, hasta en este momento, pálido y acostado en el jonca, una sonrisa le cubría el rostro. Si se ponía serio era por algo muy importante, como las charlas de política, o porque te estaba por hacer una joda. Me acuerdo que lo único que lo hacía embroncarse era que lo cargaran con su forma de cantar. Juan cantaba pésimo, su voz era excesivamente grave y desafinaba un montón. Pero le encantaba. Me acuerdo que siempre cantaba la misma canción. Dibujaba una sonrisa entre melancólica y ridículamente seductora y canturreaba chick to chick de Sinatra. Mientras su voz resuena en mis oídos levanto la vista y me cruzo con un espejo. Tengo una gran sonrisa. Me alejo del cajón silbando la melodía que juguetea en mi cabeza y me voy hacia el rincón donde está mi hijo. Le voy a contar el chiste del pato.
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23 de abril de 2010

nosotros

"...amo como ama el amor..." Fernando Pessoa
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¿Sabés? Hoy estoy monocromática y sin estilo ni para pensar. Los rayos cuelgan de todos los alambres que tanto emparchamos. Me gusta verte percibiendo el poema que mis ojos te descubren. Somos un ensamble de terceto benefactor para construir, para gozar, para ir peldaño tras peldaño unidos entre incertidumbres y preguntas. Huelo tu piel y respiro por los poros hacia adentro, hasta el tuétano de tu existencia. Dejo mi follaje moreno sobre tu espalda para que nos hablemos desde la raíz de los deseos. Busco tu cuello para que me mimes, para que me beses, para que quiebres mi cintura en tus brazos. Y suelto todos mis pájaros a volar porque me gustan tus pisadas, tu ternura, tu manera viril de no quejarte. ¿Sabés? Me gusta mirarte cuando no me ves, cuando nuestro fruto maduro de meses se ríe acompasando tus cantos, tus brebajes de miel, tus luchas empecinadas. Todo tiene aires de buenaventura pero tengo un dolor que me hurga las entrañas y es la manera complicada de mirar, la manera extraviada de querer creer en un país sin tanto duelo, sin tanta hipocresía, sin tanto enfrentamiento. ¿Sabés? Me dijeron que la policía macrista en cualquier momento entra a los palos, porque con eso se retroalimentan, se masturban, se excitan. Y nosotros dos seguiremos hombro a hombro yendo a repudiar lo aberrante, lo que excede –por opuesto- al sentido común, lo que ultraja a toda nuestra sociedad. ¿Sabés? Vos y yo estamos unidos también por el mismo desencanto, ese que intentás alejar con tus manos revoloteando entre nota y nota, ese que intento olvidar entre agobios cotidianos que me hacen escribir a modo de confesión. Es bueno tenerte, muy bueno. Pero también es bueno mirarnos en el contrapelo de la derecha, para huir y siempre por calles colaterales, esas, las de la libertad. ¿Sabés? Me dijeron que la manifestación del Jueves que viene huele a turbio, huele a grupos infames que se van a colar para autogestionar cualquier óbito presidencial. Y vuelve el miedo, el otrora miedo con otra fisonomía, con otros discursos, urdiendo el mismo fin. Pero ¿Sabés? Acamparé toda mi pobre templanza a la vera de tus máximas ilusiones, como siempre.
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16 de abril de 2010

hoy

Fotografía: Abel Sberna
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Hoy estoy triste. Estuve en la movilización y no tuve tope en el recuerdo de las veces que salí a la calle a defender lo que creo correcto. Me acuerdo de mi abuela y sus tres hijos desaparecidos de los que recuperó uno, mi padre, y de cuando se vestía para ir a Plaza de Mayo todos los Jueves. Siempre fue parsimoniosa, pero esos días lo era más, como queriendo hacer un ritual a tanta desesperación encubierta. Yo era chica, muy chica y tengo en mi mente pantallazos de cuando me llevaba. Recuerdo el frío, las calles desoladas y mi abuela diciéndome: una vuelta más y nos vamos, una vuelta más y nos vamos, una vuelta más y nos vamos, una vuelta más y... Hoy estoy triste porque viendo a mi hijo dormir, entono a vuelta de presagio, una canción de Spinetta: "...Se ríe el niño dormido/quizás se sienta gorrión otra vez/ jugueteando inquieto en los jardines de un lugar/ que jamás despierto encontrará..." y temo que sea cierto.
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12 de abril de 2010

dos

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máscara de sal dentro de nuestra ausencia fluye en mares desconocidos hecha a medida de tristezas olvidadas diagramada en un tiempo sin final vamos lejos de cualquier absurdo sintiendo que nuestra locura es tan fiel a mi esencia a tu olvido mordemos las almohadas que supuran sudor somos naúfragos de obviedades y me excita tu amor tan perpicaz, tan glorioso máscaras de miel dentro de nuestros brazos lejos de los infortunios que se hospedaron antes siempre mi sexo con el corazón dentro de tu cuerpo y fluye la sangre que derrama bilis en pulsiones somos anárquicamente un todo que pulula cada día por no desvanecerse por no emancipar la razón de la precariedad del gentío para alojarnos en alguna promesa que tal vez incumpliremos .

8 de abril de 2010

niño

“El hombre es el ser supremo para el hombre”. Karl Marx
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Nunca podrás ocultar el sol con tu pulgar. Tampoco lograrás que el cielo deje de estar gris, o el rocío no te moje, o la noche sea más corta. Todo tiene su compás de espera, como el trigo para el pan. Todo debés aprenderlo porque así se empieza a vivir, entendiendo que hay cosas que no se pueden cambiar porque el mundo gira siempre en el mismo sentido. Que la luna no convierte en plata los ríos ni el mar, solamente les presta su luz para que los navegantes se sientan acompañados. Que en la orilla el agua que acaricia tus pies no se va para no volver, que siempre regresa, sólo que hay que aprender a saber esperar. Que los pájaros que apretás en tu mano tienen mucho miedo si no los dejas volar, como vos cuando nadie te abraza. Que el viento trae olores y voces de otros tiempos y otros lugares y conviene escucharlo silbar. Que nunca podrás conocer todo. Que tampoco nadie te responderá tus inmensas preguntas siempre con sabiduría, porque lo aprendido, la más de las veces, es un efímero espejismo. Que por momentos tendrás que ir a tientas, pero asegurate de que la rosa de tus vientos te indique el menos doloroso de los caminos. Y si es más largo, mejor, porque te vas a acomodar más despacito a los cambios que van a venir. Sonreí siempre. Tratá de estar con personas que tengan algo claro los sentimientos y el pensamiento. Si podés, alejate de los seres confusos, porque nada de lo que digan, hagan o callen servirá para remontar el vuelo de tus sueños. Abrigate solamente si tenés frío. Extendé tus manos para que las acaricien sólo si lo necesitas. Y no te peines si no querés, que la vida es mucho más que reglas sociales. Alimentá tu corazón con ternura. Defendete. Se fiel a ti mismo y huye estrepitosamente de toda dominación. Nunca dejes de mirar el cielo y contar sus estrellas. Tampoco pierdas el asombro de descubrir lo bello y triste que se esconde en todo amor. Aceptá las penas y las ausencias como compañeras ocasionales porque en ciertos momentos son más ciertas que cualquier ilusión. A veces deberás decir adiós, avanzar o retroceder, ir hacia alguien o acompañar. Tratá de abrazar los retos con el menor miedo posible. Ojalá sepas siempre cuáles son tus deseos e ideas para poder soñar. Intentá ser firme con tus convicciones y, dentro de lo posible, que ellas no te abandonen. Buscá la solidaridad y viví sin retórica ni orgullo. No interpretés ni juzgués a los demás, pediles que sean transparentes. Yo te deseo que en cada aliento encuentres, siempre, algo de felicidad.
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